La culpa la tuvo el jodido whisky

No sabia ni la hora que era, pero si el jodido día en que comenzamos a hablar decentemente mas seguido. Nos comunicábamos a través de la escritura, no recuerdo habernos visto antes, en persona. Pero al menos recuerdo, que Maira era una estudiante universitaria de sociología, le agradaba conversar y liberar algunas ideas cuando solía tener tiempo. Por lo general era una persona agradable, tranquila, de amistades selectivas y seria.
No era del tipo de mujer que solía encontrarme todo el tiempo. No se que concepto tenia de mi, pero creo que me conocía bastante, para ser un desconocido en su vida, consideró que debíamos vernos en persona, ella sentía curiosidad, por sentir lo que seria emborracharse y olvidarse del mundo por un momento.
Era un sábado, una noche cálida, la ciudad iluminada y los vehículos se paseaban por los laberintos de asfalto que esta ciudad tenia. Salí de mi casa, fumaba un cigarro y pensaba si Maira hablaba en serio o era su humor intelectual incomprendido, mientras en ese momento estaba acostada con su gata en una tibia y suave cama.
– Hola Cokeus
– Hola… ¿Tú debes ser…?
– Maira!
Caminamos hasta el viejo bar del cual le platicaba sobre mis desventuras nocturnas, mientras observábamos los perros callejeros que nos seguían cariñosamente. Ella sacó un pedazo de pan, los acariciamos por un momento. Luego nos escoltaron hasta el antro nocturno.
Pedí un whisky, era el trago de cortesía que esa noche el bar nos ofrecía, mientras Maira miraba curiosamente como sostenía mi copa y bebía los primeros sorbos.
– ¿Bebes Maira?
– No suelo hacerlo a menudo, pero esta noche quiero desordenarme un poco.
– Traiga otro whisky para mi acompañante – Sostuve.
Maira miró cuidadosamente la copa y bebió su primer sorbo de whisky, frunció el ceño y luego dejó la copa vacía.
– Quiero otro – Mencionó decididamente. Le trajeron el segundo, el cual bebió en poco tiempo hasta que al tener la cuarta copa, sosteniendo en sus manos.
– Lo siento, lo necesitaba – Me dijo soltando una risa traviesa.
Maira no era de las personas que solían beber alcohol a menudo, pero esa noche creo que lo disfrutaba tanto como los que estaban en el antro.
Luego siguió bebiendo cada vez mas, hasta que comenzamos a bailar, así son esos lugares, conversas, bebes, bailas e intentas ligar a alguien. Maira se divertía muy bien, al bailar, se movía como una serpiente frente a mis ojos, era sensual, se veía frágil y fuerte al mismo tiempo, con una mirada de gacela y movía sus caderas suavemente siguiendo la música, quise beber otro trago.
La mirada de Maira cambió, ya no sonreía, seguía moviéndose sensualmente rozándome al bailar, pero me miraba a los ojos con rabia.
-¿Que sucede? – Pregunté preocupado.
– Eres un grandioso h. de p. – Dijo Maira mirándome a los ojos.
Me quedé callado, preferí guardar silencio. A veces cuando una mujer está enojada, lo mejor es ni siquiera preguntar el porqué, ni asentir, ni contradecir.
– ¿Eso es lo que querías escuchar? ¿Lo estas disfrutando? – Continuaba Maira.
– No se de que hablas – Le dije.
– Lo que esperas, salir conmigo, verme como una mas de las mujerzuelas que te follas a menudo en este lugar. Emborracharme, luego llevarme a la cama, satisfacerte, acabar y tener tu jodido orgasmo de fin de semana como todos lo hacen en este lugar una vez que termina la juerga en el motel mas cercano como un animal tendencioso hacia el sexo. – Expresaba furiosa Maira.
– Eres muy guapa Maira, con tu cuerpo flexible y extraño. Pero solo espero emborracharme lo suficiente como para que la jodida luz de este antro deje de cegarme cada vez que te observo. – Mencioné sinceramente.
– ¡Mentiroso!, solo piensas en aparearte como los conejos, me ves como carne fresca, como un depredador que mira pervertidamente mi cuerpo.- Contestó Maira.
Me tomó fuertemente de la mano y salimos del antro. Pidió un taxi, se subió y sin despedirse siquiera, se fue. Frente a la mirada impávida del resto de los bohemios, prendí un cigarro y me fui caminando a mi casa. Nunca mas me habló, nunca mas nos vimos.
Ayer compré una botella, mientras escuchaba música clásica y jugaba con el hielo sobre el cristal, recordaba a Maira y la noche del jodido whisky que nunca debimos beber.
 

(Autor: Cokeus Demain)

Dante & Donatella – 14 de Febrero. (Parte I)

Dante era un muchacho que amaba la música desde los 10 años, cuando su padre le regaló la primera guitarra. Actuaba en diversos locales nocturnos, era contratado para animar la noche con sus canciones. Tenia un cuaderno lleno de canciones propias que prácticamente era como su diario de vida.
Durante esas noches de calor y bohemia conoció a Donatella, la cual bebía tristemente un trago amargo en la barra, tratando de olvidar la historia de su vida, luego de romper con su ex pareja. A Dante y Donatella, aquella noche la soledad en su mas puro abandono les tocaba el corazón.
Luego de actuar, Dante bajó del escenario, se sentó en la barra a beber el trago de cortesía que el bar le había otorgado por su actuación, junto con el dinero acordado por aquella noche. Le compartió una mirada a Donatella y luego se emborrachó lo suficiente como para olvidar sus penas del corazón, finalmente tomó su guitarra y emprendió un rumbo hacia la nada.
A la salida tropezó, cayó frente a los pies de Donatella quien había salido a tomar aire y fumar un cigarrillo fuera del local.
– ¡Cuidado por donde caminas! – Exclamó Donatella.
– Me siento un poco mareado – Contestó Dante mientras recobraba la compostura.
– ¿Fumas? – Preguntaba Donatella mientras le ofrecía cigarrillos mentolados.
– Uno al día por mi voz, pero dame uno – Aceptó Dante.
Comenzaron a caminar esa noche sin rumbo a ningún lugar, hasta que llegaron al muelle. Era una noche agradable. Dante sacó de su bolso una botella de Merlot, que le habían regalado en aquel bar, la cual comenzaron a beber hasta que terminaron haciendo el amor. Hicieron el amor en medio de la mediocridad de la noche.
Mientras Donatella se limpiaba, invitó a Dante a su apartamento para pasar la noche. Volvieron a hacer el amor, esta vez en una cama suave y tibia.
Pasaron los meses, Dante continuó escribiendo canciones y Donatella tenia un empleo part-time, intentaban pasar la mayor parte del tiempo juntos.
Llegó el día de San Valentín, el día de los enamorados, lo iban a pasar juntos como de costumbre. Dante fue contratado para actuar en un lujoso casino, luego de ello, pasaría a buscar a Donatella para invitarla a cenar a un restaurante francés. Todo parecía tranquilo aquella noche. Donatella se quedó en su departamento arreglándose y Dante empacó su guitarra despidiéndose de un beso, llamó un taxi y se fue al casino.
Al regresar encontró a Donatella con un vestido divino, un cabello sedoso y voluminoso, con los labios color del rubí, sus ojos sombreados. La imagen de una diva, la cual Dante tenía frente a sus ojos.
– Estas muy hermosa – Mencionó Dante con una mirada de asombro.
Donatella sacó un revolver de su cartera y le atinó 3 tiros en el pecho, luego se dirigió al espejo del baño, mientras tarareaba una melodía que solo ella conocía, se cortó el cabello de manera enferma, distorsionó su maquillaje, rasgó el divino vestido, destrozando el lujo que la contemplaba, quedando al descubierto una lencería erótica de noche de amor.
– ¿Por qué lo has hecho? – Dante, en medio de la agonía, sobre el suelo del apartamento preguntó.
Donatella pateó el cráneo de Dante hasta darle la muerte, y salió del apartamento.
(Continuará…)
 

(Autor: Cokeus Demain)

Gabriela

Recuerdo cuando conocí a Gabriela, la borracha del local. A Gabriela le agradaba el vodka, no era muy atractiva para el resto de los hombres, por lo general estaba sola, mal vestida, sin arreglarse como el resto de las mujeres y sin amigas. Solo se que miraba una fotografia de su telefono, era su ex pareja, eran sus recuerdos. Me acerque y me contó su historia. Tenia un novio que al llegar a su casa buscaba cualquier pretexto para salir a beber y en esas noches terminaba con cualquier mujer, en cualquier lugar. Gabriela quedaba sola en casa, a ella el alcohol no le llamaba la atención. Lo repugnaba, solo le recordaba a su novio cuando la dejaba sola por irse a beber e irse con otras mujeres. Gabriela ya no recordaba cuando fue la ultima vez que su novio le dijo: «te amo», eso me contaba mientras seguía bebiendo su considerable cantidad de vodka. Todos miraban a Gabriela, que sacaba un pañuelo para sus ojos. Lo guardó y me pidió mantener el secreto. Era un verdadero misterio esa mujer en la barra del bar. Tenia un recuerdo en sus manos, tenia una copa y entre ello el dolor. Gabriela me miró mientras sonreía tristemente acariciándome el rostro: «Tienes un parecido a mi exnovio». Me dio un poco de tristeza. Cuando bebemos alcohol a veces perdemos la noción de muchas cosas. Gabriela estaba mal. Todos en esa noche estaban mal. ¿Cuando comenzaste a beber? – Le pregunté. Ella se sentia muy sola en casa. Su novio la dejaba sola y sin cariño. Entro por primera vez a este bar, se sentó en la barra, pidió vodka y se comenzó a quedar ahí todas las noches. Esperando encontrarse alguna noche con su expareja, aún lo amaba. Rechazaba a los hombres que la invitaban. Ya no se arreglaba para nadie, porque nadie mas le era importante. Así pasaron las noches. Gabriela la triste del bar. Gabriela la de la fotografia y la copa. Gabriela la borracha, le apodaron. Invité a Gabriela a fumar un cigarrillo a la terraza. Como era de esperarse, lo rechazó. Me despedí de ella. Cuando fumaba, recordé que hace un tiempo atrás tuve una exnovia con la cual tenia problemas. Se llamaba Gabriela.
 

(Autor: Cokeus Demain)

¿Como te llamabas?

Nunca supe tu nombre, disfrutamos tanto aquella noche estrellada que nos llevó a la casualidad de conocernos. Sabia hasta cual era la luna que brillaba en el cielo y tu sabias la escena de cine que estábamos protagonizando entre botellas de cerveza y cigarros a medio prender. Eran mares de besos, juegos y encuentros. Pero nunca nos preguntamos nuestros nombres. Porque sentimos como si nos hubiésemos conocido de toda la vida o fuimos amantes en otras vidas pasadas, no le encontramos necesidad. Ya nos conocíamos. Por eso nunca nos preguntamos nuestros nombres. No se si tal vez recuerdes aquel músico del cabello largo de la banda A.N., pero yo si recuerdo a la cineasta de cine ruso del balcón que sostuve entre mis brazos, mientras ella me sostenía entre sus piernas. ¿Nos volveremos a encontrar? No lo sé, pero si estoy seguro que te arreglaras las próximas noches, beberás alcohol y conocerás a otro. Es la trampa de aquellos bares, y tal ves él tampoco sepa tu nombre. ¿Tenias nombre?. Probablemente el alcohol me jugó una mala pasada y esa noche solo besaba una botella de cerveza que me recordó los vapores de una entrepierna de mujer.
 

(Autor: Cokeus Demain)

El Espejo

Eran las 3:00 de la madrugada y no lograba conciliar mi sueño, había estado teniendo pesadillas tras pesadillas, seguidas a partir de las 10:00 de la noche. Momento en el cual, me había ido a descansar a mi lecho y dormitorio, acompañado de una taza de té.
Siempre era el mismo sueño, siempre era la misma escena. Personas desnudas, alborotadas, en medio del fuego, comportándose como salvajes, mostrando su lado más desesperante de lo que podría llamarse instinto de supervivencia. Me tomaban de los brazos, de las piernas, me sostenían en el suelo y me golpeaba una y otra vez, trataban de rasguñar mi piel, de arrancármela a pedazos con sus manos, trataban de arrancarme las piernas y los brazos. Mientras otros me daban de patadas en el cuerpo, otros se limitaban a golpes de puño mientras el fuego que los rodeaba los iba calcinando. Como si yo fuera el culpable por el cual se quemaban vivos.
Despertaba de aquella pesadilla, desesperado por huir y poder gritar sobresaltado en mi cama, prendía la luz y en mi cuerpo podía sentir el dolor físico que aún me perseguía de la pesadilla, como si todo hubiese sido real. Regresaba para tratar de conciliar el sueño, cerraba mis ojos, todo era oscuro, negro y me encontraba profundamente dormido. Caía por un pozo sin fin, nuevamente estaba entre el grupo de gente desnuda que me golpeaba mientras se calcinaba.
Volví a despertar sobresaltado de aquella pesadilla, prendí la luz y decidí bajar al baño a mojar mi rostro con agua fría frente al espejo. Ahí me quedé mirando y observando mi rostro asustado por un momento. Quise mirarme a los ojos, quise volver a la calma mirándome a mí mismo por un instante y repitiendo entre mis labios. “Solo era un sueño y nada más”.
Me pareció agradable mirarme al espejo, hacía mucho tiempo que no me sentía acompañado por alguien. Llegué a comprender que el miedo a la soledad, no es más que el miedo a estar solamente con uno mismo. Ahí estaba mi rostro mirándome desde el otro lado. Me sentí más seguro cuando pude ver que nacía una sonrisa, no lo podía creer. Hacía años que no sonreía de esa manera. Quise tocarla, quise tocar mi sonrisa. Puse mi mano derecha sobre mis labios y me sentí extraño por un momento, pues mi boca estaba sin expresión alguna. Pero podría jurar que había visto mi sonrisa sobre aquel reflejo. Si no podía tocarla en mí mismo rostro, al menos lo haré en el espejo. Me acerque lentamente y toqué el espejo.
Ese, ese no era yo el que estaba al otro lado, pero al tocar el espejo, sentí que mi cuerpo comenzó a enfriarse mientras avanzaba hacia mi reflejo que se acercaba sonriendo hacia mí, hasta juntarnos. Luego sentí que nos abrazamos, mi reflejo y yo nos tocamos por un instante cerré mis ojos frente aquella muestra de autocompasión. Abrí mis ojos y ahí estaba yo de nuevo, sonriendo. Creo que todo volvió a la calma.
Necesitaba dormir, por lo tanto me fui a mi cama. Mientras subía la escalera, comencé a subir los peldaños y me parecía que no se terminaban, estuve subiendo la escalera por más tiempo que el de costumbre. Cuando llegué a mi habitación abrí la puerta y me encontré con mi cama en el techo y había un ser semejante a mí que estaba durmiendo. Salí lo más rápido de mi habitación y tropecé en medio de juguetes rotos que alguna vez extravié sin intensión alguna durante mi infancia, estaban regados por el piso de un pasillo que inmediatamente reconocí como parte de mi antiguo hogar en donde viví cuando era niño. ¿Cómo llegué ahí? Fue extraño. ¿Quién regó juguetes? ¿Quién estaba durmiendo en mi cama? ¿Por qué la cama estaba en el techo? Me sentía muy confundido.
Ya era de día, el ser que estaba en lo que supuestamente era mi habitación, se iba a despertar y yo no deseaba que me encontrara. Me dispuse a abandonar aquel hogar que ya sabía que no era el mío. Todo me parecía muy extraño. Salí a la calle, todo estaba en blanco y negro, vi personas que jamás había visto en mi vida, sus ropas eran muy antiguas.
Atajé a una señora que me pareció segura.
– Hola. ¿Me podría decir en dónde estoy?-
– Ag Gindar et nicer laggh im noir-
Me aleje de ella lo más rápido que pude. Las calles de la ciudad estaban torcidas, los edificios parecían estar pronto a caerse, eran todos iguales, pero encorvados. Pero a las personas en su mayoría parecía no preocuparles. Todas las personas pude oírlas, también tenían los rostros torcidos al igual que los edificios, también parecía no importarles. No necesariamente hablaban castellano, no era inglés, no era francés, no sabía lo que era. Todas las mujeres eran iguales, todos los hombres eran iguales.
No entendía nada, por lo general me ignoraban. De algo estaba sí muy seguro:
“Yo no debería estar aquí, ya no lo soporto. Yo era feliz mirándome al espejo, inclusive pude imaginar a mi rostro sonreír y darme un abrazo. Pasé horas y horas conmigo mismo. Hasta el punto de desconocerme por completo y abandonar el presente para reconciliarme con mi pasado, tropecé en medio de ello, solo para recordarlo, recordar los pequeños detalles cuando era un niño. Cuando quise interactuar con las personas, no pude entenderlas, no puedo entender a la gente, no logro comprender lo que dicen, nadie habla mi idioma, nadie habla mi lengua. Ni yo hablaba como ellos. Todos deben ser iguales como una masa uniformada, no le es permitida existir a la diversidad. No existe cabida a las diferencias, por lo general las tienden a ignorar. Solo hablan entre los que consideran sus iguales. Y hasta les da lo mismo lo que suceda a su alrededor. Sin duda creo que este mundo, no es mi mundo, estoy viviendo en el lugar incorrecto, y creo que hasta he aparecido en la época equivocada. Esta tampoco es mi vida.”
Quiero mi cama. Necesito despertar.
 

(Autor: Cokeus Demain)

Mu, el gato.

Ocurría una mañana de noviembre del año 1974, la calidez y el ambiente agradable primaveral pareciese como si se hubiera esfumado en aquel poblado del cual no recuerdo nombre alguno, que se encontraba rodeado de montañas con el verde más oscuro que la naturaleza pudiese concebir. Fría mañana de noviembre cubría la neblina de una manera extraña y repentina no prevista para las gentes de aquel lugar.
Para Sabrina pareciera que ni ello era capaz de romper la rutina y monotonía de sus días, cansada ante su joven vida cercana a los 20 años, el sentir que nada pareciera impresionarla.
Se levantó durante el día como a la hora en que acostumbraba hacerlo y salió a caminar sin rumbo alguno, esperando encontrar respuestas personales para preguntas existenciales sobre la vida.
Lo único que pareció causarle curiosidad fue que en su caminar encontró más gatos de los que acostumbraba a ver en cada una de las calles y callejones que recorrió en su trayecto.
Al llegar la noche, Sabrina miró al cielo encontró una luna llena que con acostumbraba a ver, pálida cremosa y brillando en todo su esplendor con la grandeza jamás vista. Impresionada ante tal espectáculo como gracia y presente de la naturaleza misma, detalle para ser contemplado por los ojos de todos los seres conscientes en aquel momento.
Sabrina le expresó a todos los presentes que la rodeaban, que miren al cielo, que vean la luna en toda su expresión, mientras sus ojos parecieran que se hacían uno solo junto con tal luna llena en el cielo.
Los presentes no se sintieron asombrados, ni le prestaron atención a lo que Sabrina deseaba compartir. “¿Es que acaso nunca han visto la luna llena?, ¿Es que acaso los bosques que rodean este poblado, no tan solo han cubierto las casas, los ríos y el viejo cementerio? También han cubierto a las personas. Por eso todos los días me parecen iguales, estoy harta de la monotonía, harta de esto, si fuera por mi…”
En ese instante sintió que algo rodeaba su pierna, algo suave parecía deslizarse entre ella buscando llamar su atención. “Ohhh, un gato”. Exclamó en su asombro. En efecto era un gato negro de ojos dormilones, un gato que no maullaba, que pareciera mudo, pero en sus ojos expresivos se comunicaba con la mirada y sus gestos al andar, al mover su cola y sus pasos entre la noche.
Sabrina tomó al gato entre sus brazos, parecía un gato dócil, pues este dejo acariciarse por un momento, hasta que sin aviso, este se le escapó de sus brazos, corriendo hacia una dirección de la cual Sabrina intentó seguirlo. El gato se detenía por algunos instantes, solo para que Sabrina pudiera alcanzarlo, como si quisiera llevarla a algún sitio. Corrieron entre las calles, corrían entre las calles que cada vez se volvían más oscuras. Hasta que de pronto todo era negro, no había ninguna luz. A lo que Sabrina tropezó y al abrir sus ojos se encontró entre un jardín nocturno, pero esta vez estaba rodeada de gatos, de distintos colores, tamaños y formas. Parecían entenderse entre sí.
– ¿En dónde estoy? – Preguntó Sabrina.
– Estas en el Jardín de los Gatos, estas con nosotros. – Respondió el gato.
Se acercó a una laguna cercana miró al agua, y en efecto, Sabrina ahora era una gata, tal igual como el gato que siguió.
– ¿Por qué soy una gata?, ¿Por qué estoy con ustedes? – Preguntaba Sabrina, lamiéndose el cuerpo al reflejo de la honda luna llena que la bañaba entre su claro.
A lo que el gato tomó un hondo respiro, y abriendo sus ojos sonriendo a Sabrina, le responde:
– Porque nos aburrimos de ser humanos –

(Autor: Cokeus Demain)