Eran las 3:00 de la madrugada y no lograba conciliar mi sueño, había estado teniendo pesadillas tras pesadillas, seguidas a partir de las 10:00 de la noche. Momento en el cual, me había ido a descansar a mi lecho y dormitorio, acompañado de una taza de té.
(Autor: Cokeus Demain)
Siempre era el mismo sueño, siempre era la misma escena. Personas desnudas, alborotadas, en medio del fuego, comportándose como salvajes, mostrando su lado más desesperante de lo que podría llamarse instinto de supervivencia. Me tomaban de los brazos, de las piernas, me sostenían en el suelo y me golpeaba una y otra vez, trataban de rasguñar mi piel, de arrancármela a pedazos con sus manos, trataban de arrancarme las piernas y los brazos. Mientras otros me daban de patadas en el cuerpo, otros se limitaban a golpes de puño mientras el fuego que los rodeaba los iba calcinando. Como si yo fuera el culpable por el cual se quemaban vivos.
Despertaba de aquella pesadilla, desesperado por huir y poder gritar sobresaltado en mi cama, prendía la luz y en mi cuerpo podía sentir el dolor físico que aún me perseguía de la pesadilla, como si todo hubiese sido real. Regresaba para tratar de conciliar el sueño, cerraba mis ojos, todo era oscuro, negro y me encontraba profundamente dormido. Caía por un pozo sin fin, nuevamente estaba entre el grupo de gente desnuda que me golpeaba mientras se calcinaba.
Volví a despertar sobresaltado de aquella pesadilla, prendí la luz y decidí bajar al baño a mojar mi rostro con agua fría frente al espejo. Ahí me quedé mirando y observando mi rostro asustado por un momento. Quise mirarme a los ojos, quise volver a la calma mirándome a mí mismo por un instante y repitiendo entre mis labios. “Solo era un sueño y nada más”.
Me pareció agradable mirarme al espejo, hacía mucho tiempo que no me sentía acompañado por alguien. Llegué a comprender que el miedo a la soledad, no es más que el miedo a estar solamente con uno mismo. Ahí estaba mi rostro mirándome desde el otro lado. Me sentí más seguro cuando pude ver que nacía una sonrisa, no lo podía creer. Hacía años que no sonreía de esa manera. Quise tocarla, quise tocar mi sonrisa. Puse mi mano derecha sobre mis labios y me sentí extraño por un momento, pues mi boca estaba sin expresión alguna. Pero podría jurar que había visto mi sonrisa sobre aquel reflejo. Si no podía tocarla en mí mismo rostro, al menos lo haré en el espejo. Me acerque lentamente y toqué el espejo.
Ese, ese no era yo el que estaba al otro lado, pero al tocar el espejo, sentí que mi cuerpo comenzó a enfriarse mientras avanzaba hacia mi reflejo que se acercaba sonriendo hacia mí, hasta juntarnos. Luego sentí que nos abrazamos, mi reflejo y yo nos tocamos por un instante cerré mis ojos frente aquella muestra de autocompasión. Abrí mis ojos y ahí estaba yo de nuevo, sonriendo. Creo que todo volvió a la calma.
Necesitaba dormir, por lo tanto me fui a mi cama. Mientras subía la escalera, comencé a subir los peldaños y me parecía que no se terminaban, estuve subiendo la escalera por más tiempo que el de costumbre. Cuando llegué a mi habitación abrí la puerta y me encontré con mi cama en el techo y había un ser semejante a mí que estaba durmiendo. Salí lo más rápido de mi habitación y tropecé en medio de juguetes rotos que alguna vez extravié sin intensión alguna durante mi infancia, estaban regados por el piso de un pasillo que inmediatamente reconocí como parte de mi antiguo hogar en donde viví cuando era niño. ¿Cómo llegué ahí? Fue extraño. ¿Quién regó juguetes? ¿Quién estaba durmiendo en mi cama? ¿Por qué la cama estaba en el techo? Me sentía muy confundido.
Ya era de día, el ser que estaba en lo que supuestamente era mi habitación, se iba a despertar y yo no deseaba que me encontrara. Me dispuse a abandonar aquel hogar que ya sabía que no era el mío. Todo me parecía muy extraño. Salí a la calle, todo estaba en blanco y negro, vi personas que jamás había visto en mi vida, sus ropas eran muy antiguas.
Atajé a una señora que me pareció segura.
– Hola. ¿Me podría decir en dónde estoy?-
– Ag Gindar et nicer laggh im noir-
Me aleje de ella lo más rápido que pude. Las calles de la ciudad estaban torcidas, los edificios parecían estar pronto a caerse, eran todos iguales, pero encorvados. Pero a las personas en su mayoría parecía no preocuparles. Todas las personas pude oírlas, también tenían los rostros torcidos al igual que los edificios, también parecía no importarles. No necesariamente hablaban castellano, no era inglés, no era francés, no sabía lo que era. Todas las mujeres eran iguales, todos los hombres eran iguales.
No entendía nada, por lo general me ignoraban. De algo estaba sí muy seguro:
“Yo no debería estar aquí, ya no lo soporto. Yo era feliz mirándome al espejo, inclusive pude imaginar a mi rostro sonreír y darme un abrazo. Pasé horas y horas conmigo mismo. Hasta el punto de desconocerme por completo y abandonar el presente para reconciliarme con mi pasado, tropecé en medio de ello, solo para recordarlo, recordar los pequeños detalles cuando era un niño. Cuando quise interactuar con las personas, no pude entenderlas, no puedo entender a la gente, no logro comprender lo que dicen, nadie habla mi idioma, nadie habla mi lengua. Ni yo hablaba como ellos. Todos deben ser iguales como una masa uniformada, no le es permitida existir a la diversidad. No existe cabida a las diferencias, por lo general las tienden a ignorar. Solo hablan entre los que consideran sus iguales. Y hasta les da lo mismo lo que suceda a su alrededor. Sin duda creo que este mundo, no es mi mundo, estoy viviendo en el lugar incorrecto, y creo que hasta he aparecido en la época equivocada. Esta tampoco es mi vida.”
Quiero mi cama. Necesito despertar.